COMO UN ICONO GRIEGO
Me gustaba comer
todos los días en la terraza del mismo restaurante,
en el puerto de Xora. Me llevaba hasta allí la
atracción que sentía por la zona y su ambiente, el intenso bullicio
de la gente charlando en idiomas dispares; con el brillo del mar alegrando mis ojos, ese
fiel camarero que sabía adivinar la comida a mi gusto, y la copa de vino,
de un sabor especial, que alegraba mi sangre sin nublar los
sentidos...
...Y aquel hombre.
Reparé en su
presencia ya desde el primer día; se encontraba sentado en la parte derecha de la puerta de entrada; solitario,
a su alcance en su mesa una copa de ouzo, y sus ojos clavados en la luz del Egeo.
Yo me sentaba
siempre un poco a su derecha, pero cercana a él, con la firme intención de poder observarle sin que fuera evidente.
Tenía el gesto
ausente, como si no estuviera allí; enjuto, se
adivinaba alto; la cabeza aureolada de un cabello muy blanco, coronada -a su vez- por una gorra oscura,
que le daba ese aspecto que
pinta inconfundible a la gente de mar. En su cara morena, castigada de sol, había tantos surcos como
millas cubiertas; cada línea de ellas
relataba una historia que invitaba a volar.
Pero eran sus ojos
los que hacían soñar; se mantenían fijos, a distancia
insondable, como si fueran parte de una visión etérea; indiferentes, ajenos totalmente a presencias cercanas; sólo miraba al mar;
pero eran tan intensos, tan bellos, tan profundos, que me hacían inventar cada
día una fábula, ese mytho creado
sobre tantas leyendas a través de los tiempos.
Y pensaba en los dioses que crearon su
historia; me atraía imaginar que su cuna fue Delos y que, siendo muy joven, él
debía de tener el aspecto de Apolo, por sus rasgos, su porte y la luz que de él
emanaba; es seguro también que su hermana Artemisa potenció que viviera ese
amor que pervive más allá de los siglos, su locura por Dafne, a quien quizás
aún mantuviera en su mente.
Puede que me equivoque, y que fuera un
pirata revestido de Hermes; y que, cada mañana cuando Eos despertaba, elevara
sus velas y levara su ancla para así, transformado en feroz bucanero,
adentrarse en las aguas para vencer bajeles, para salvar doncellas, y volver victorioso
a rendir homenaje a la gran Anfitrite.
¿Y si acaso era Ares que, abrumado de penas,
prefirió retirarse del dolor de la guerra y buscaba la paz, intentando
olvidarse de la lucha, la sangre y hasta, incluso, de Enió?.
¿Quién sería aquel hombre? Pude haber
indagado y encontrar la sorpresa de que sólo era el padre del gentil camarero;
pero no quise hacerlo; preferí imaginar que cualquiera de aquellas fantasías
que inventaba eran mucho más ciertas.
Como todo termina, un día me marché; me llevé en mi mochila
una nueva experiencia, mis pupilas repletas de la inmensa belleza que lograron
captar, un montón de recuerdos que brincaban felices dibujando el tostado que
marcaba mi piel, y hasta alguno -tenaz- que llegara conmigo y que quise dejar
en cualquier callejuela, se empeñó en regresar enganchado a mi mente.
Y salté cinco mares para volver a la
querencia de mi sueño. Ya no he vuelto a comer en el puerto de Xora, pero sigue
en mis ojos ese brillo especial de la luz del Egeo que se mezcla, en fundidos,
al azul de mi mar. Y, envolviéndolo todo, el recuerdo del hombre que logró
despertar mi interés y mis sueños, sin que él fuera consciente de que estaba a su lado.
*
DELOS –
Pequeña isla del Archipiélago de Las Cícladas, en donde la leyenda sitúa el
nacimiento de Apolo.
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APOLO – Dios de la
luz, la música y las bellas artes. Hijo de Zeus y Letona.
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ARTEMISA – Diosa de
la caza y de los animales. Hermana gemela de Apolo.
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DAFNE – Ninfa, hija
del dios-río Ladón. Rechazó a Apolo y se convirtió en laurel.
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HERMES – Mensajero
de los dioses. Hijo de Zeus y de la ninfa Maia.
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EOS – Diosa de la
aurora, hermana de Helios (el sol).
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ANFITRITE – Reina
del mar. Esposa de Poseidón.
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ARES – Dios de la
guerra. Hijo de Zeus y de Hera.
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ENIÓ – Antigua diosa
de la guerra, compañera de Ares.